sábado, 2 de marzo de 2013


Resolución en la vorágine


por Eber Ureña (enero 24, 2013)


No falla el que se entrega por amor sincero y es despreciado, aunque fuese por un segundo; más pierde el que le pasó el amor por enfrente y lo desechó, se perdió de vivirlo.
Por eso hay que vivir cada segundo y agradecer al Creador al mismo tiempo; porque el futuro es el resultado de lo que hagamos en este instante, el aquí, el ahora.

Por eso hay que sentir, vibrar y gozar cada aspecto positivo, porque cada milímetro de piel tiene vida.

Porque así como uno nace, así uno se va. Solo valen los momentos que llenan el alma, el corazón y el espíritu.
De lo contrario solo existiese en el universo una sola alma. Quiso la Divinidad que siempre sintiéramos la necesidad de estar con alguien a nuestro lado.

Prefiero morir de amor en un solo instante que vivir para siempre sin nunca haber amado.

Por eso es mejor tener la pasión de una vorágine.
Es mejor ser como un vendaval que así como viene se va, y bajo su fugitivo paso deja talladas sus caricias.
Es mejor ser como una ráfaga sincera que así como viene se va, y bajo su corriente dejarse llevar.
Es mejor ser como el huracán que así como viene se va, y bajo su transitorio paso deja grabadas sus huellas.

Procurando que la mayoría de las huellas sean buenas. Procurando, procurando, porque no es tarea fácil.
Cuando la pasión impera pierden su brújula la sensatez, la cordura, la razón, la prudencia, la vergüenza y hasta el pudor.

Y cuando se tiene instinto de huracán,  por más breve que sea el periodo, arrasa con toda alma que esté a su paso.
Breve periodo, breve periodo. Crudo pedazo de fracción en el tiempo revestido de auge, de clímax, de éxtasis y de efervescencia, pero no absuelto de convulsión, de perturbación, de dolor.
Precioso intervalo geométrico cuyas medidas comprenden desde aquel anciano que me reveló: “uno nunca termina de aprender, ni de amar” hasta aquella doncella que me enseñó: “los besos no se piden, se roban”.

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